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CIUDAD Y CIUDADANÍA: EL ESPACIO TERRITORIAL COMO DERECHO.

Actualizado: 24 may 2019




Lic. R. David Chamorro / Lía Kimie Sakurai. Universidad Nacional de Lanús. Departamento de Planificación y Políticas Públicas. Carrera de Ciencia Política y Gobierno.

En la actualidad y a lo largo de nuestra historia, hemos de percibir con asombro como las ciudades se han desarrollado siguiendo un patrón de crecimiento similar basado en el fomento de un centro poblacional en torno a un centro cívico y/o a los principales medios de transporte; éste modelo <monocéntrico>, fue consolidándose en la medida que la población crecía, como producto de la accesibilidad en sus servicios, en simultáneo con un incremento de la inversión pública y privada.

Aquel tipo de desarrollo nos demuestra, a priori, que a medida que el espacio territorial se densifica, la inversión aumenta como consecuencia de la oportunidad de negocios que estas nuevas áreas urbanas posibilitan. Sin embargo, aquel círculo vicioso tripartito entre < inversión pública, crecimiento poblacional e inversión privada> comienza a mostrar claros signos de agotamiento, en la medida en que, los terrenos disponibles no sólo empiezan a escasear, sino que comienzan a buscarse para uso comercial, aumentado significativamente su valor monetario. Hemos encontrado aquí una de las mayores problemáticas de éste modelo de desarrollo urbano.

El precio de los terrenos se torna inaccesible para la mayoría de la población, generando como consecuencias que las familias comiencen a ubicarse en las periferias de las áreas centrales, cada vez más alejada del núcleo urbano. Como siempre, los más excluidos del núcleo y sus servicios serían las familias de menores recursos.

Aquella situación, per se, no sería un problema si el Estado hubiese acompañado el crecimiento de las zonas periféricas con una adecuada inversión pública y un mayor fomento a la inversión privada, situación que en su mayoría no se ha contemplado.

Con el paso del tiempo vemos, como resultado de este modelo, al menos tres situaciones inseparables:  la consolidación de núcleos urbanos fuertes – en especial en el área metropolitana- , las diferencias cada vez más marcadas entre las áreas centrales y las periferias y finalmente, como desprendimiento de lo anterior,  un incremento de la desigualdad en el acceso a los bienes y servicios, a la recreación ,, cultura  y transporte, entre otros, que configuraría de <hecho> la existencia de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, en el acceso a la ciudad.

Esta coyuntura pareciese estar tan naturalizada en nuestro imaginario colectivo, que pocas veces llegamos a problematizar la forma en que se han originado y desarrollado las ciudades modernas. No se trata, únicamente, de una problemática urbanística sino que tiene presente aristas que intervienen en el pleno desenvolvimiento de derechos de ciudadanía y de reproducción de capital.

Las zonas periféricas no cuentan con los servicios y estructuras de los núcleos territoriales, por consecuente, los ciudadanos que habitan en ellas no cuentan con el acceso a muchos de los servicios urbanos básicos, conformando una red de obstáculos que desemboca en la incapacidad de esos territorios para configurar centros comerciales competitivos que puedan abastecer a los vecinos, sin que exista en ellos la necesidad de, siempre, movilizarse hacia lo núcleos.

Se trata, en definitiva, de un círculo vicioso del cual no encontraremos salida alguna sino comenzamos a pensar otras formas de organización y la ineludible intervención de la inversión pública y privada.

Repensar el modelo nos lleva a la búsqueda de alternativas de desarrollo territorial distintas al <monocentrismo>, identificando y reconociendo las problemáticas que aquel modo de organización trae a la actual estructura social. Creemos que la ciudad actual debe reconfigurarse bajo nuevos patrones de ordenamiento conformados a partir del paradigma de <policentrismo>.

Identificar las limitaciones y capacidades de posibles sub- núcleos territoriales es una de las primeras tareas a la hora de repensar el área local: pensar en ciudades policéntricas o mixtas nos lleva a concebir la posibilidad de que exista una determinada dispersión de centros comerciales desarrollados, donde cada uno de ellos signifique la desconcentración del empleo, de los puntos de acceso al comercio, y de todos los bienes y servicios que conforman una ciudadanía de primera.

En este sentido y por lo antes expuesto, llamamos a repensar aquel modelo monocéntrico presente en nuestra organización territorial. Modelo que es fomentado por el Estado y financiado por los impuestos que recauda de toda la ciudadanía. Se trata de una reflexión que conlleva la visualización de una serie de variables imperantes e inseparables al desarrollo urbano – infraestructura de servicios y redes, transporte, accesibilidad, valor de los suelos, densidad poblacional, entre varias- que deben analizarse para replantear la calidad de ciudadanía en los territorios locales. Es el Estado, como garante de derechos, y sus agentes, como planificadores de políticas públicas, quienes deben rever éste paradigma reconociendo la existencia de nuevos territorios y nuevas territorialidades.

Llamamos a reflexionar sobre aquel desarrollo territorial en términos de igualdad y equidad, en términos de acceso a un ambiente digno para todos como consagra nuestra Constitución Nacional, repensarlo en términos de derechos de ciudadanía.


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